También queda el corral, establo y pesebre… Cuantas largas noches de invierno habrán pasado nuestros antepasados al calor del hogar, en la soledad de estos montes tan desérticos.
Vemos conejos y perdices que nos sorprenden cuando se asustan al oírnos pasar…
El paisaje es adusto y el clima es cada vez más frío. Llegamos a otra paridera típica… y pasándola, vemos curiosas construcciones y ruinas… todo muy destruido… quizá fuera un poblado antiguo…
Divisamos el torreón del castillo, que esta un poco antes del pueblo… Es muy bonito y resistente…
Por fin llegamos al coche, acabamos congelados por el clima tan adverso… Por fuera, porque por dentro la satisfacción de haber pasado otro ratico inolvidable, el placer de otra excursión compartida y el cariño por estas tierras tan nuestras nos llenaban de calor.