En este post quiero recordar a mi tío
abuelo, Luis, que falleció el pasado Noviembre… le dejo la palabra a mi padre,
sobrino y admirador de este gran hombre:
“Estamos
en Semana Santa. Unos creemos más y otros menos, pero todos conocíamos,
queríamos y creíamos en Don Luis Betés.
Esta
es la primera Semana Santa que vivimos sin él, sin su plática humana,
cristiana, inteligente y entrañable…
El
próximo día 4 de abril se cumplirán los 59 años de que este familiar y amigo de
todos se consagró sacerdote.
En
el Jueves Santo de 1969, Luis fue Hermano Mayor de la Cofradía del Silencio en
Alcañiz, para esa ocasión hizo una poesía que yo he encontrado entre sus
papeles, entre sus muchas lecciones y homilías…. En estas cuartillas mecanografiadas
nos ha dejado su verbo mas humano ante el misterio difícil del sacrificio de
Jesús. Yo la he trascrito y os la pongo para recordarlo y para tenerlo en
espíritu entre nosotros como si nos acompañara.”
Javier Morera Betés
LA PROCESIÓN DEL SILENCIO (Luis Betés Palomo)
Silencio!
Y
del silencio de la noche emerge, entre el acompasado fondo de tambores oscuros,
el luminoso festón de un hábil repique.
Silencio!
Y
en el silencio los juramentados hermanos, blanco y negro, se abren en dos filas
de luces al aparecer en la plaza, después de rodear el ángulo derecho de la
magnifica ex-colegiata.
Silencio!
Solo
hablan admirados, agrandados de sorpresa, los ojos de los circunstantes.
Balcones, ventanas, patios, aceras… carecen de sonidos, de palabras, de ruidos.
Son solo ojos en expectación.
Silencio!
Y
en lo alto de la plaza, sobre los hombros apretados, aparece rozando la torre
de la Iglesia el Cristo del Silencio. A la luz de los hachones la esbelta talla
de madera se irisa en destellos de carne recién muerta y aun es posible
sorprender las últimas gotas de sangre coaguladas a flor de herida o entre los
rígidos dedos. Avanza Cristo pendiente de la cruz, muerto, en profundo
silencio… y a sus pies, en completa alfombra de claveles rojos, todos los
dolores, todas las penas, amores y deseos de la ciudad.
Silencio!
Muda,
llorosa, con los ojos absortos en su divino hijo crucificado, aparece la Virgen
de las Lágrimas. Toda de rico terciopelo negro hasta los pies vestida. Un rico
dosel, generoso en arte y en oros parece tenerla ausente de todo lo demás. El
dolor contrae sus facciones y pone un tono malva a sus mejillas, mientras de
sus siempre hermosos ojos brotan deslumbrantes lágrimas. A sus pies el llanto
se ha trocado en cientos de llamas entre cientos de flores.
Silencio!
Y,
a través del silencio, perforándolo, la procesión discurre por las calles y
plazas. Un repique de tambores va entretejiendo el silencio de cada calle, de
cada rincón. La asombrada pupila de los espectadores hace de brillante
puntilla. Diríase que todo Alcañiz lleva a cuestas sus cruz con los nazarenos
que avanzan por el centro entre las dos filas. Y atrás todo vuelve a quedar en
silencio, entre olores de incienso, de cera quemada…
Silencio!
Silencio
en las calles que se pierden, en las plazas que se cruzan, en los rincones que
se olvidan… Cristo pasa en silencio. Pasa silenciosa María. Los Hermanos
caminan mudos. Y Alcañiz respeta y comparte el silencio.
Silencio!
¡Quien
pudiera arrancar de ese silencio los amores de Cristo que ha muerto, de su
Madre dolorida, de Alcañiz que va con ellos…!