Avanza
Enero con su frío… y continuamos con las excursiones, que como dice mi padre,
también son incursiones… porque en cada una de ellas, nos conocemos a nosotros
mismos y a los demás… nos acercamos a la confianza y a la amistad… ¡Que suerte tener
la oportunidad de crear otros mundos, ir al pasado, a nuestra historia y con
personas maravillosas!
Saludamos
de nuevo a la gran torre del castillo de Obano, que se va deteriorando sin que
nadie ponga interés ni remedio en su conservación… es una lástima, que no
valoremos nuestra historia…
Y
emprendemos el camino, hacía nuevos lugares… el paisaje es duro, pero bonito… y
con la estupenda compañía, el frío no se nota…
Entre
comentarios, risas y buen ritmo, llegamos a nuestro objetivo… un pueblecito
abandonado… despoblado y en ruinas… cuyo nombre es “Júnez”…
Sus
únicos guardianes son los perros, que nos siguen y nos persiguen mientras
recorremos las calles, la Plaza Mayor y las ruinas…
La
vegetación, cual enemiga de la historia, devora las estructuras y se adueña de
las ruinas…
Desde
lo más alto del poblado, nos despedimos de Júnez… y retomamos el camino de
vuelta… vamos ligeros… la idea es comer calentitos y al cubierto de las
posibles lluvias o nieves que anunciaban para la tarde…
Así
llegamos a una casita, en la que hacemos una gran hoguera con los corchos que
hemos usado durante todo el año… había tantos como fiestas… por el gran número
de corchos, casi hemos tenido más fiestas que días tiene el año… cada buen
recuerdo vivido, se reflejaba en cada llama de la gran hoguera…
Y seguimos
creando más “Raticos Inolvidables”…
Cae
la noche… y en un emblemático rincón del silencioso pueblecito, iluminados por
la luz de la Luna y resguardados de la nieve que comienza a caer del oscuro
cielo, mi hermano nos cuenta la leyenda del pueblo de Luna...
¡Qué lástima que no
podáis venir!
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