Y
tras la primavera, llegó ese nostálgico mes que llena de color cada rincón, que
viste de mil tonos cada valle, que en el lugar menos inesperado, hace sentir su
presencia… y que tantos suspiros causa a los románticos, a los poetas, a las
personas sensibles…
Es un
domingo de fiesta y otoñal, queremos ir a un lugar tranquilo, para
emborracharnos de belleza, de mil postales, de colores increíbles… jugamos a
perdernos en ese lienzo en el que se mezclan diversas gamas, con una perfección
mágica y real al mismo tiempo…
Allí,
parados, contemplamos por unos instantes, la grácil y bailarina caída de las
doradas hojas, que poco a poco conforman una alfombra, fiel reflejo de su
maravilloso entorno…
Cada estación tiene su encanto pero nada es
comparable al Otoño… allí, inmersa en el colorido y silencioso bosque, me da la
sensación de que hasta el viento, esta confabulado con el otoño… y que con sus suaves
susurros, va dirigiendo ese delicado y perfecto concierto de entrechocar de
hojas, vibrar de ramas, cantar de algún pajarillo en busca de su amor o el correr
de algún riachuelo…
También
es el mes de las nieblas… que todo lo envuelven en un halo de misterio… no sé
porque será que el otoño siempre me enamora…
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