Saeta
que voladora
cruza
arrojada al azar,
y
que no se sabe donde
temblando
se clavará;
Hoja
que del árbol seca
arrebata
el vendaval,
sin
que nadie acierte el surco
donde
al polvo volverá;
Gigante
ola que el viento
riza
y empuja en el mar,
y
rueda y pasa, y se ignora
qué
playa buscando va.
Luz
que en cercos temblorosos
brilla
próxima a expirar,
y
que no se sabe de ellos
cuál
el último será.
Eso
soy yo que al acaso
cruzo
el mundo sin pensar
de
donde vengo ni a donde
mis
pasos me llevarán.
Entre gotas de sol y de agua… llegó
febrero… el mes en el que nació mi querido poeta Bécquer… el mes de la poesía,
de la sensibilidad, de la filosofía... el mes de los románticos.
Por ello, un año más, nuestros corazones
nos guían tras las huellas de Gustavo… y siguiendo sus pasos hemos vuelto a
contemplar la cruz negra… y saboreando sus palabras escritas en su Novena Carta Desde mi Celda,
hemos llegado a ese entrañable lugar que llaman La Aparecida, “porque
en él tuvo lugar, hará próximamente unos siete siglos, el suceso que dio origen
a la fundación del célebre monasterio de la Orden del Císter, conocido con el
nombre de Santa María de Veruela.”
Allí, nuestra mirada se encuentra con
un paisaje cambiado y diferente… pero las palabras de Bécquer, consiguen
trasmitir la esencia del lugar… nuestra mente se llena de sus pensamientos
reviviéndolos con más fuerza al estar precisamente en ese sitio que los inspiro
años atrás... al llegar al fragmento de la terrible tormenta el viento se
enfurece a nuestro alrededor… tanto que ahogaba nuestras voces… os dejo ese
fragmento en el que el poeta se vuelve pintor, y con la magia de las palabras
crea pinceladas, dónde las ideas se transforman en imágenes…
“Yo me figuro algo más, algo que no se
puede decir con palabras ni traducir con sonidos o con colores. Me figuro un
esplendor vivísimo que todo lo rodea, todo lo abrillanta; que, por decirlo así,
se compenetra en todos los objetos y los hace aparecer como de cristal, y en su
foco ardiente, lo que pudiéramos llamar la luz dentro de la luz. Me figuro cómo
se iría descomponiendo el temeroso fragor de la tormenta en notas largas y
suavísimas, en acordes distantes, en rumor de alas, en armonías extrañas de
cítaras y salterios; me figuro ramas inmóviles, el viento suspendido, y la
tierra, estremecida de gozo, con un temblor ligerísimo, al sentirse hollada
otra vez por la divina planta de la Madre de su Hacedor, absorta, atónita y
muda, sostenerla por un instante sobre sus hombros. Me figuro, en fin, todos
los esplendores del cielo y de la tierra reunidos en un solo esplendor, todas
las armonías en una sola armonía, y en mitad de aquel foco de luz y de sonidos,
la celestial Señora, resplandeciendo como una llama más viva que las otras
resplandece entre las llamas de una hoguera, como dentro de nuestro sol
brillaría otro sol más brillante.”
Seguimos siguiendo a Bécquer, que nos
guía hasta Alcala de Moncayo, desde un rinconcito, nos regala esta magnífica
postal del pico, nevado, nublado e imponente…
Y continuamos tras sus huellas, que
marcan el dictado de nuestro corazón… así llegamos al pueblecito bien defendido
de Añón… lo recorremos… y visitamos el parquecito en el que descansa su
estatua… su recuerdo nos acompaña… va cayendo la tarde, el Sol se esconde tras
el Moncayo… y el frío va ganando terreno… un año más hemos caminado juntos a
través de sus palabras… nuestros pensamientos se han vuelto a encontrar… como
se encuentran esas dos gotas que van a parar al mismo pozo… como dos sueños de
dos almas enamoradas… mis pasos siempre me llevan a Bécquer.
Allí, en esa estatua me ha parecido
notar un suspiro, lejano, casi inaudible… ¿habrá sido una hoja al caer… o un
gato que pasó a mi lado?... ¿Habrá sido una poesía?... ¿Bécquer?
Hasta
prontito!!
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