miércoles, 28 de noviembre de 2007

Nocturna

Nocturna:

El domingo 11 de Noviembre, decidimos salir por la tarde, después de comer, al Castillo de Miranda, y así ver el atardecer, las estrellas y probar el “equipo de noche”…

Comenzamos a subir por la senda, llegamos al escarpe desde donde contemplamos el galacho, poco a poco se va oscureciendo el cielo…


Seguimos andando hasta el Castillo de Miranda, que cada vez esta más destruido… Es una verdadera lastima, con lo bonito que resultaría verlo en buen estado…
Allí merendamos, mientras se ocultan los últimos rayos de Sol, como empieza a refrescar, nos abrigamos y tras contemplar el atardecer, empezamos a descender por la estrecha senda, a penas se ven las piedras.






La senda pasa por el bosque, ya no se oyen las voces de la gente, sólo nos sentimos acompañados por los diversos sonidos de los animales nocturnos. La verdad es que paso un poco de miedo… Mi padre cita un trozo muy bonito del libro: “El Tren Expreso”, de Ramón de Campoamor. Que dice lo siguiente:

La Noche

IV
Caminar entre sombras es lo mismo
que dar vueltas por sendas mal seguras
en el fondo sin fondo de un abismo.
Juntando a la verdad mil conjeturas,
veía allá a lo lejos, desde el coche,
agitarse sin fin cosas oscuras,
y en torno, cien especies de negruras
tomadas de cien partes de la noche..
Calor de fragua a un lado, al otro frío.
¡Lamentos de la máquina espantosos,
que agregan el terror y el desvarío
a todos estos limbos misteriosos!...
¡Las rocas, que parecen esqueletos!...
¡Las nubes con extrañas abrasadas!...
¡Luces tristes! ¡Tinieblas alumbradas!...
¡El horror que hace grandes los objetos!...
¡Claridad espectral de la neblina!...
¡Juegos de llama y humo indescriptibles!...
¡Unos grupos de bruma blanquecina
esparcidos por dedos invisibles!
¡Masas informes!... ¡Límites inciertos!...
¡Montes que se hunden! ¡Árboles que crecen!...
¡Horizontes lejanos que parecen
vagas costas del reino de los muertos!
¡Sombra, humareda, confusión y nieblas!...
¡Acá lo turbio..., allá lo indiscernible...,
Y entre el humo del tren y las tinieblas,
aquí una cosa negra, allí otra horrible!






Era precioso caminar de noches por el bosque, las bellas y relucientes estrellas nos ayudaban a orientarnos en la oscuridad de la noche… los árboles estaban desnudos de hojas, y daba la sensación de que las estrellas estaban colgando de ellos, era impresionante…


Siempre que venimos a este lugar, visitamos “el Árbol de los Cinco”, como lo bautizamos…
Esta en mitad del bosque, y como es completamente de noche, esta complicado encontrarlo… Por eso tenemos que hacer una línea de luz con los frontales, unos cuantos nos quedamos en un lugar fijo y otros dos van delante, por donde puede estar el árbol, bueno, al final lo encontramos y nos hacemos una foto… Notamos que a nuestro paso se mueven muchos animales… no se deja de oír el canto de los pajarillos…
Me sorprende y maravilla la infinidad de puntitos brillantes que relucen con diferente intensidad, forman un espectáculo digno de ver, que sólo se logra apreciar en una zona sin urbanizar y sin luces que te deslumbren. Es una pena no poder disfrutar todas las noches de este formidable paisaje, que es el cielo plagado de estrellas formando constelaciones…






Ya que me gustan tanto las estrellas, os voy a citar trocitos de diferentes autores que les han dedicado poemas muy bonitos.



El “HIMNO A LAS ESTRELLAS” de Francisco de Quevedo, dice así:

“Ejército de oro,
que por campañas de zafir marchando,
guardaís el trono del eterno coro
con diversas escuadras militando;
Argos divino de cristal y fuego,
Por cuyos ojos vela el mundo ciego…”



“PROMESA A LAS ESTRELLAS” de Gabriela Mistral:

“Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando temblais allá arriba,
¿es de frío?”


Poesía de Amado Nervo:

“La noche es una rosa,
mística rosa negra
salpicada de pólenes de plata:
las estrellas”.

“LOS INTERESES CREADOS” de J. Benavente:

“La noche ha prendido sus claros diamantes
en el terciopelo de un cielo estival”.





La próxima semana ¡¡iremos a recoger olivas!!, os estaré esperando :)